Capítulo 5. Camp Lango

En Brazzaville, en la rotonda de la embajada de Francia, unos chavales con un puesto callejero de libros me ofrecen unos cuadernillos por 2.000 CFA, uno de ellos  403 fábulas africanas, otro, cuentos nuestros. Me entretengo a charlar un rato con este joven emprendedor africano de sonrisa franca y amante de la lectura, abro el cuadernillo  es la leyenda de los mosquitos, en un exquisito  francés me relata……..

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«En el pueblo de kilansaka dos jóvenes amantes vivían felices por y para su amor, un día la joven enferma, ningún remedio puede  evitar el trágico final. El joven amante  afligido, desconsolado por tal pérdida no se quiere separar del cuerpo de su joven esposa. En el pueblo donde vivían, la gente quiere darle sepultura a la joven, pero es tan grande su dolor que no se quiere separar del cuerpo inerte de su amor. Decide llevársela y vivir alejados de todos en  el río.


Vivió así durante largos y terribles años, sin esperanza ni ilusión, un día  de luz  se le aparece un genio y le dice “tengo el poder de devolver la vida a tu amada”. El genio le picó en un dedo  y dejó caer una gota de  sangre sobre el cuerpo sin vida de  su amada.


La mujer recobró la vida, la felicidad volvió a sus vidas pero ésta fue efímera. A la esposa le habían devuelto la vida joven y bella. Por él habían pasado los años, y tanto dolor lo habían dejado melancólico,  por lo que,  ella  decide  abandonarlo. Cuando se vuelven a ver algo más tarde  ella decide devolverle su gota de sangre, la deja caer  al agua del río, en ese mismo  instante  su cuerpo se desmorona, se desintegra en cenizas.


Esas cenizas se convierten con el tiempo en larvas y de larvas a mosquitos.


Por eso los mosquitos nos pican, para conseguir esa gota de sangre que le devuelva la vida a la joven amante.»

Me llevé tres cuadernillos.

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En Kayak hicimos el recorrido del Camp Mboko al Camp Lango, una hora y media de navegación a ritmo pausado. Nos movíamos a favor de la corriente. A un lado de la ribera  bosques primarios,  al otro vegetación más rala  salpicados de algún que otro claro. En los árboles pequeños simios saltando de rama en rama. Aves acechando su presa.

Una tarde salimos de excursión en una de la barcazas, calor y húmedad impregnaban el ambiente. Mis cámaras listas. Una ráfaga de repelente. La pereza y el exceso de confianza me llevó a considerar que una camiseta de manga corta era más que suficiente para tal paseito, un mes más tarde aún me acuerdo. Los mosquitos y unas diminutas moscas no se apiadaron de mí, me comieron literalmente ……………….. como en el pueblo kilansaka muchos amantes buscan esa gota de sangre que les devuelva a su amada.
Yo contribuí con creces.

Situado en la parte Sur central del parque Odzala-Kokua y  estratégicamente situado a orillas de  las salinas del río Lekoli Mambili, hablamos de nuestro último camp LANGO

Desde la  atalaya del campamento, los animales ajenos a todo  se nos ofrecen en toda su dimensión para tomar del suelo las sales minerales que necesitan para su organismo, manadas de búfalos, elefantes, hienas, y toda clase de aves.

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Desde las alturas se divisa como largas lenguas de agua  con sus ramificaciones horadan la densa masa arbórea de la foresta.

Sobre el terreno la realidad se nos ofrece menos prosaica. El nivel del agua por la cintura, nuestro caminar  se vuelve pesado, fatigoso, nuestros pies lastrados se hunden sobre un fondo cenagoso y mullido.
Los desplazamientos, como la vida misma, son inestable.
Las aguas mansas de los humedales se muestran opacas, el limo, las hojas  y el barro  manchan su transparencia.

Excrementos de paquidermos son arrastrados por la suave corriente y nos acompañan en nuestro andar. Estamos en la senda de los elefantes.

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